Hay varias formas de relacionar la frecuencia de nuestras relaciones sexuales con el nivel de felicidad que experimentamos.
La explicación hormonal
En las relaciones sexuales, y especialmente en aquellas que incluyen el orgasmo, nuestro cuerpo produce hormonas sorprendentes. La oxitocina es un neurotransmisor que interviene en las reacciones sociales. Conocida como la hormona del amor, crea una sensación maravillosa en el cuerpo, reduce el miedo y es importante para dar forma a un sentimiento de confianza interpersonal. Todas las hormonas sexuales se producen durante este tiempo: testosterona, prolactina, y cuanto más contribuimos a su producción, más aumenta nuestro apetito sexual. La dopamina y la serotonina nos hacen sentir muy bien, nos dan ganas de repetir la actividad placentera (aunque si se produce un desequilibrio, estas hormonas también pueden causar depresión, agresividad, impulsividad, etc.). La adrenalina contribuye a nuestra sensación de vitalidad. Las endorfinas no solo eliminan el dolor, sino que contribuyen a nuestro buen humor.
Juntas, hacen que nos sintamos calmados y más tranquilos después del sexo y de tener un orgasmo.
No me cabe duda de que eres consciente de que cuando estás tranquilo, te sientes más feliz. La felicidad influye en tu experiencia general del mundo, ya se manifieste como mayor paciencia con los niños, con tu jefe o contigo mismo. La felicidad nos hace más tolerantes en general; incluso nos permite conducir con más calma.
Cuando tenemos un día complicado, pero afrontamos las diversas situaciones con más calma, eso también repercute en nuestro nivel de felicidad.
Por eso recomiendo tanto a hombres como a mujeres que, aunque su relación de pareja no esté en su mejor momento, se tomen un tiempo y se den placer y satisfacción el uno al otro, porque eso añade mucho valor a nuestras vidas y además puede influir en nuestro deseo y en nuestra paciencia hacia nuestra pareja. Y eso suele dar lugar a la excitación sexual en pareja, que repercute positivamente en todo.
La importancia de la sexualidad en la autopercepción
Las relaciones sexuales son un parámetro de la sexualidad, pero no el único. La perspectiva de la sexualidad se compone de nuestra autoestima, nuestra imagen corporal, nuestras experiencias, el nivel de estrés que sentimos en nuestras vidas, nuestra visión positiva o negativa de la vida, la educación que recibimos, los ejemplos personales que absorbimos de nuestros padres, nuestro buen o malo funcionamiento sexual, y mucho más.
Cuando mantenemos relaciones sexuales con alguien, ya sea en el marco de una relación de pareja o de una actividad puntual, o de una relación sexual continuada sin vínculos románticos, aumenta nuestra confianza y la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Mujeres y hombres me hablan en el gimnasio de cómo la falta de deseo sexual de su pareja mina la imagen corporal de la pareja y la propia. Y, de hecho, es algo que también experimenté con mi ex.
Cuando nos hieren, nuestro índice de felicidad personal también se ve dañado. El sexo con otra persona nos anima, lo que a su vez restablece la estima del entorno; cuando eso falta, daña nuestro sentido de autoadmiración, a menos que hagamos el trabajo interno que ayude a disociar la conexión entre ambos.
La explicación social/de pareja
En el mayor estudio realizado en este campo, se descubrió que el índice más significativo de nuestra felicidad es la calidad de nuestras relaciones sociales.
No el número, sino la calidad.
Una relación de pareja es una de las relaciones más importantes, profundas y significativas de nuestra vida. Al principio nos sentimos como si camináramos sobre las nubes. El cuerpo se llena de sensaciones físicas de emoción, excitación sexual, ilusión por ver a nuestra pareja, quedar, tocar, oler, acariciar, besar, desear, lamer, explorar y hacer el amor. Y mucho.
El inicio de una relación es uno de los momentos más felices de nuestra vida porque nuestro cuerpo fabrica oxitocina, la hormona del amor. Esta hormona nos hace sentir de maravilla, favorece la cercanía y se produce de forma espontánea al inicio de la relación, durante las relaciones sexuales o la masturbación, por el contacto físico (incluso un abrazo largo) y al dar a luz.
Es tener mucho sexo, lo que nos hace querer más sexo.
Además de las razones hormonales y bioquímicas que nos hacen felices al principio de una relación, también está el hecho de que no estamos demasiado familiarizados con nuestra pareja, y en esta etapa solo vemos los aspectos buenos y positivos.
Hasta que dejamos de hacerlo… y cuando empezamos a ver los aspectos menos positivos, la energía cargada entre nosotros se atenúa, el deseo sexual disminuye, la frecuencia de las relaciones sexuales se reduce y también nuestro nivel de felicidad. Esto se debe a influencias hormonales, pero, sobre todo, a las sensaciones y pensamientos que tenemos sobre cómo afectará eso a nuestra pareja.
La buena noticia es que siempre es posible trabajar esta área, individualmente y en pareja, y comprender a través de la comunicación y la sexualidad cómo aumentar nuestros niveles de felicidad en la vida.
Así que, si no tienes suficiente sexo en tu vida y no te sientes bien contigo mismo, ten en cuenta que ambas áreas se encuentran interconectadas. Mi recomendación es que tomes medidas que te ayuden a ser más feliz.
[Este artículo fue originalmente publicado en inglés en el blog de Vertica Labs.]
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